jueves, 23 de junio de 2016

Summertime!

El verano ha llegado.
Es tiempo de helados, de acostarse tarde, de dejarse llevar por un rato de siesta después de comer.
Son días de calor, piscina, de mucho sol.
Noches de terrazas, de salir a tomar el fresco, de buscar perseidas.
Es momento de preparar las soñadas vacaciones, de organizar quedadas y escapadas, planes con amigos. Es momento de soñar.

 
Y, como con tantas otras cosas, para mi lo mejor del verano es esto: vislumbrarlo en todo su esplendor, pensar en todo lo que queda por delante y en lo mucho que vamos a hacer durante sus noventa días y noventa noches.
Ya lo dijo Elvira Lindo, o más bien su alter ego, Manolito Gafotas en el que es sin duda la saga de libros de mi infancia y de mis veranos:

"... y la primera noche del verano más largo de mi existencia, porque todavía no había gastado ni uno sólo de sus días. Como un helado al que ya le has roto el papel y lo admiras un momento antes de atreverte a pegar el primer mordisco."


Esta noche se celebra San Juan en gran parte del país. Los pueblos de costa lo dan todo en la que es la fiesta por antonomasia de bienvenida al verano, una noche para pasar en la playa, rodeados de amigos, junto a las hogueras, con el mar y las estrellas como horizonte de un verano lleno de posibilidades.


Y por eso quería traeros la primera receta del verano. Es una receta muy especial, uno de los sabores que me acompañan desde niña y sin duda está asociada a recuerdos muy bonitos que tengo de los veranos de mi vida. Mis padres nos llevaron a muchos sitios aquellos años, algunos de ellos a rastras porque estábamos hartos de ver "piedras viejas". Pero a mi sin duda lo que más me gustaba era ir al pueblo. Allí íbamos a la playa cada día, por la tarde tocaba piscina y cada noche salíamos en peregrinación a tomar un delicioso helado en Los Jijonencos, a dar de comer a los peces en el puerto y a tomar el fresco del mar. No era nada especial, pero yo no podía ser más feliz.


Cada día, al volver de la playa, pasábamos por una panadería a comprar el pan y mi madre siempre saciaba nuestro voraz apetito con una coca de anchoa como la que os traigo que devorábamos entre mi hermano y yo.


Bueno, ahora soy mayor y sigo yendo a mi querida Moraira tanto como puedo. Y es inevitable buscarnos en Los Jijonencos, en la playa, entre las demás familias, entre las cada vez más abarrotadas calles y en el sabor de una coca de anchoa después de un día de playa.


Coca de Anchoas

- 250 ml Agua
- 25 g Levadura Fresca o de panadero
- 500 g Harina de Trigo
- 120 ml Aceite de Oliva
- 1 Cdta. de Sal
- 1 Lata de Anchoas


- Lo primero es templar ligeramente el agua en el microondas. En ella disolvemos la levadura.


- En un bol grande ponemos la harina, el aceite y la sal y añadimos la levadura disuelta en agua.


- Mezclamos bien con las manos y después amasamos un poco sobre la encimera. No hace falta que añadáis más harina, no se pegará. Debe quedar elástica y algo grasienta. Dejamos fermentar en un lugar cálido hasta que doble su volumen.


- Después la estiramos con las manos sobre una bandeja con papel de horno. Yo he cortado la masa y hecho dos. La dejamos fermentar otro rato.


- Pasada media hora más o menos, hacemos marcas con los dedos que deberán mantenerse. Añadimos más aceite por encima y colocamos las anchoas a nuestro gusto. Espolvoreamos también un poco de sal.



- Horneamos entre veinte y treinta minutos a 180º con el horno precalentado. Debe quedar ligeramente dorada pero sin pasarnos.

Y ya tenemos nuestra deliciosa coca de anchoas. Como veis es súper fácil de hacer, rápida y está buenísima.


Es perfecta para tomar con cualquier plato o sola, como merienda o para saciar el apetito que nos da la playa o la piscina.


Espero que la preparéis en casa y os guste tanto como a mi.


Dentro de nada nos vemos con más recetas estivales.


¡A comernos el verano!


¡Besos dulces!

Boira

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