sábado, 24 de marzo de 2018

Tarta de galletas con chocolate para Papá

Ayer fue el cumple de mi padre y mañana domingo nos juntaremos todos para celebrarlo.

Mi padre siempre dice que, donde estén unos huevos fritos con patatas, que se quite todo lo demás. De hecho, hace ya varios años mi madre y él discutieron a este respecto: mi padre insistía en que mi madre se dejase de tanto preparativo y trabajo innecesario para las celebraciones navideñas, que lo importante era juntarnos todos y no tanto cocinar; "unos huevos con patatas para todos y tan contentos".

Desde entonces es ya una tradición que mi madre, aparte de todas las elaboraciones típicas de la Navidad, prepare patatas fritas y algunos huevos para regocijo de mi padre, que tampoco le hace ascos a los langostinos a la plancha...

Esto se exporta a casi todo lo demás: el helado de turrón, la horchata y la tarta al whisky son las debilidades de mi padre. Y para su cumpleaños, siempre que puedo, me gusta prepararle la receta que os traigo hoy.

Tartas de galletas y chocolate hay tantas como hogares en que se prepara. A mi padre le gusta mucho esta tarta porque su madre siempre se la hacía en cada cumpleaños. Nunca llegué a preguntar a mi abuela Juli las cantidades y demás pues ella siempre resolvía nuestras dudas con la ya famosa "lo que te pida", dejándonos a todos tan confusos como al principio...

Y, aunque seguramente no sea del todo igual a la que preparaba mi abuela, esta receta la empecé a elaborar hace ya algunos años y la verdad es que nos gusta mucho, sobre todo a mi padre, que es el protagonista de este post.

Esperando que os guste también a vosotros, os dejo ya con la receta.
¡Feliz cumpleaños, Papá, te quiero!

Mi hermano y yo con Papá


Tarta de Galletas con Chocolate

- 300g Galletas
- 250g Chocolate Fondant
- 150g Mantequilla
- 2 Huevos
- 350ml Leche
- 2 Cdas. Vino dulce o licor al gusto
- 150g Azúcar Glass


- Derretimos la mantequilla unos segundos en el microondas; añadimos el azúcar glass y mezclamos bien para que no queden grumos.


- Fundimos el chocolate al baño maría y le incorporamos la mezcla de mantequilla y azúcar.


- Cuando esté bien integrado añadimos las yemas reservando las claras.


- Mientras pierde temperatura, montamos las claras a punto de nieve. Un truco es añadir una pizca de sal para que quede más estable.


- Cuando estén listas, las incorporamos a la mezcla del chocolate con movimientos envolventes, teniendo cuidado para que no se bajen.


- En un bol apto para microondas mezclamos la leche y el licor; la cantidad es al gusto. Yo he puesto vino Pedro Ximenez porque nos encanta pero también suelo hacerlo con Mistela o con Brandy de Jerez. Calentamos durante unos segundos para que quede templado.


- Es el momento de montar la tarta; lo primero es engrasar el molde con un poco de mantequilla. Yo he elegido una fuente mediana pero también podéis usar uno desmontable.

- Mojaremos las galletas en la leche durante el tiempo necesario para que se empapen pero sin que lleguen a quedar demasiado blandas; esto depende de la consistencia de la galleta.


- Ponemos una base de galletas y cubrimos con una parte de la mezcla de chocolate. Repetimos hasta que nos quedemos sin chocolate. Yo he puesto tres capas de cada.


¡Y ya está! La he decorado con unos fideos de chocolate porque nunca es demasiado chocolate... Pero podéis usar lacasitos, conguitos, galleta triturada... lo que queráis!


Queda mejor de un día para otro manteniéndola en frío y sacándola una hora antes para que el chocolate se atempere.


Hace varios años estuve de visita exprés en Coimbra y pude deleitarme con el famoso Bola de Bolachas de nuestros vecinos lusos que se parece bastante y que desde aquí os animo a probar porque es una auténtica delicia.

Bola de Bolachas portuguesa

Me marcho ya no sin antes animaros a que probéis mi versión de este clásico tan bueno y atemporal. Porque muchas veces las cosas más sencillas son las más ricas.


Muchas gracias a todos los que me han preguntado acerca del blog, cuándo lo iba a retomar y demás. Algún día os contaré la razón de por qué hago esto, pero mientras tanto muchas gracias por leerme.


¡Nos vemos pronto!

Besos dulces,

Boira

jueves, 20 de julio de 2017

La calle de la Tantarantana

Conocí está calle por casualidad buscando piso. A pesar de estar abierta al tráfico, los que circulan por sus adoquines ni sucios ni limpios son la mayoría personas. Gente que viene y va. Gente de barrio. Vecinos que la eligen de entre las distintas calles de Born porque tiene algo.
Tantarantana tiene algo que trasmite mucho; tiene mucho a través de todos sus algos.


Tantarantana tiene balcones. Muchos. Tantos como historias habitan tras ellos. Gente joven, con niños, miniurbanitas que dan sus primeros pasos en estos adoquines. Gente que llevan en esta calle toda su vida, que podrían contar la historia, la de sus vidas, con la historia del mundo como telón de fondo y la Tantarantana como escenario.
Tiene gente de paso. Extranjeros y nacionales que vienen a hacer fortuna aquí, a buscarse la vida, a cumplir sueños, a hacer posible lo imposible, a tejer su propia historia, a, entre otras cosas, pasar por la calle Tantarantana al menos una vez y a hacerla más bonita.


La Tantarantana tiene mascotas de todo tipo, perros, gatos, vigilantes a través de esos balcones llenos de gente, humana, perruna y gatuna.


En la Tantarantana está el Museo del chocolate. Cuántas calles pueden decir algo igual de chulo?



A la Tantarantana no le podía faltar un lindo café con terraza, camareros con sonrisa encantadora y trovador propio. Porque, en la Tantarantana hay música. La que proviene de este poeta andante que versiona a Fito y su soldadito marinero, la de un grupo que está empezando y nos regala sus primeras canciones a través de estos balcones que tanto tienen dentro y que tanto dan.


En la Tantarantana casi siempre corre una ligera brisa que hace de sentarse en sus escalones a ver la gente pasar un hobby al que podría acostumbrarme de por vida.  Porque la Tantarantana es vida y la vida en la Tantarantana no es mejor que en otras, pero te da como para sentarte, observar y ver la vida pasar.


viernes, 7 de julio de 2017

Nuestros amantes o cómo las mentiras siempre dicen la verdad

Acabo de ver la película Nuestros amantes.


Decir que me ha gustado sería quedarme corta; como dicen en la peli, no me ha gustado, lo siguiente. Pero no quiero hacer spoilers.

Como sabéis este no es un Blog de cine. Yo no sé mucho al respecto. Es decir, tengo mi criterio, soy bastante exigente y suelo tener claro lo que me gusta y lo que no, pero lo que viene siendo la parte más técnica, encuadres, iluminación y demás, no lo controlo. Cuando veo una peli me suelo dejar llevar por la historia y raras veces, muy pocas, me veo a mi misma diciendo qué buena luz hay en esta escena o esta pieza musical de fondo es un diez o este encuadre o plano rematan la perfección.



Con Nuestros amantes me ha pasado.

Aparte de que el guión me ha parecido una auténtica pasada, fresco, armónico, fluído, poético, si me apuras. Las conversaciones entre la pareja protagonista, además de las que se suceden con maestría entre el resto de personajes, los hacen reales y a la vez imposibles, las típicas personas que te gustaría conocer, poder charlar un rato con ellas y que se te acabase pegando su forma de hablar. Conversaciones de las que no existen pero que sería maravilloso poder tener a diario.



Dejando a un lado esto, para mi gusto, lo mejor de la película, solo puedo seguir alabando el magnífico trabajo de fotografía, localizaciones, el cuidado con el que se ha elegido todo, desde la música, ¡Bravo, Roque Baños!, pasando por el vestuario, maquillaje, peluquería, y acabando en los exteriores. ¿Desde cuándo Zaragoza resulta ser tan bonita y filmable y por qué no hay muchas más pelis rodadas allí?



Mención aparte para el gran descubrimiento de Poochie & Maxi, aka Sweet Barrio, con esa delicadeza en voz y acordes que dan una atmósfera de magia, París, country, cigarrillos, bourbon y jazz. Tengo que admitir, muy a mi pesar, que hasta el incombustible Enrique Bunbury pone su mejor voz a parte del guión en forma de canción maravillosa que no consigo sacarme de la cabeza. Yo, que siempre he renegado de este señor, al final voy a tener que acabar admitiendo que, en parte, me gusta... ¡Quién me ha visto y quién me ve, escuchando a Bunbury a altas horas de la madrugada! Me estaré haciendo mayor...

Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros...

Momento de mencionar a las estrellas de la película. Con permiso del resto, Eduardo Noriega y Michelle Jenner hacen que te creas todo de principio a fin. Pese a su gran sobre-exposición, desde el primer momento consiguen que sus personajes sean reales, redondos, palpables, imposibles y deseables. Enhorabuena por hacer de historias como esta, que ocurren a diario, hora y media de placer, de dejarse llevar y de disfrutar entre ellos, con ellos, de ellos.


Solo me queda felicitar al genial Miguel Ángel Lamata por semejante delicia para los sentidos, por hacer una peli española digna de Garry Marshall, con la magia de las grandes comedias románticas de siempre, las buenas, con la atmósfera del París de Amelie a ambos lados del Ebro y el guión más currado y cuidado que he tenido la oportunidad de disfrutar en años.



¡Me despido ya! ¡Nos vemos pronto!

¡Besos dulces!

Boira

 

martes, 13 de junio de 2017

Esa misma sensación

Llevo casi dos meses fuera de casa. Entre idas y venidas habrá quien piense, yo misma a veces, que no encuentro mi sitio, que voy dando tumbos de un lado a otro.
Qué le voy a hacer, soy así. No me conformo.

En ocasiones envidio a la gente aparentemente feliz con su vida "normal". Y cuando digo "normal", me refiero a esas personas que estudiaron una carrera y se dedicaron a ello y nada más.

Yo no soy así. Me gustan muchas cosas como para dedicarme solo a una. En mi interior vivo y demandante de aprendizaje y nuevas experiencias no hay hueco para la inmovilidad. Creía que era "normal", pero no. Menos mal...


Con el tiempo me he dado cuenta de que vivir para los demás, por el qué dirán o esperando su aprobación o comprensión es una tontería, cansado e innecesario. Y lo más importante: no me hace feliz.

La vida es corta. Demasiado corta como para pasarla deseando cosas, haciendo planes, intentando ajustarnos y encajar en lo que la sociedad nos impone como "normal" y dejando pasar lo que nos hace felices, que al final es lo más importante en esta vida corta.

A mi, ahora, me hace feliz cocinar. Las sensaciones que me provocan estar en una cocina superan el cansancio, el calor, el dolor de pies, los pequeños cortes y hasta las quemaduras. Eso debe significar algo.

La sensación que me provoca subir la escalera mecánica de la parada de metro Catalunya, al principio de las Ramblas, también me hace vibrar, se me mueven cosas por dentro, llámalo como quieras, pero me hace feliz.



Y al final es eso, en esta vida corta, no es eso lo realmente importante?

No todo aquél que vaga está perdido, me dijeron hace unos días. Y desde entonces me lo repito mucho. No sé dónde acabaré, desconozco mi destino, el futuro es incierto. Pero mientras recorro el camino, procuro ser feliz cada día. Porque la vida, tan corta y tan bonita, con tantas cosas horribles, está para eso, para intentar buscar las cosas buenas y ser felices con ellas.

domingo, 19 de marzo de 2017

La Bella Italia. Parte II

Recuerdo perfectamente la primera vez que probé el pesto.


Fue en uno de los Cien Montaditos; no sé muy bien por qué me dio por pedirlo aquél día: tomate, queso de cabra y pesto en pan de cereales.

¡Flechazo!

Entonces me pregunté cómo era posible que nunca hasta ese momento hubiese probado semejante manjar. Entonces empezó la obsesión por esta salsa verde que de primeras puede provocar rechazo pero que una vez le das una oportunidad genera adicción.

Y es que cuando uno abre la carta de un restaurante italiano, se podrá dudar un poco, pero casi siempre nos acabamos decantando por las que parecen las estrellas de cocina italiana: carbonara o bolognesa.

El pesto, la putanesca y otras salsas parecen relegadas a un segundón plano que casi nunca nos da por explorar.

¿Esto sólo me ocurre a mi?

Por eso el pesto fue la típica lección de madre:

"Pruébalo; ¡si no lo has probado cómo vas a saber si te gusta o no..!"

Y es que en la gastronomía, al final, si nos dedicamos a comer siempre lo mismo, estaremos dejando pasar oportunidades perfectas para sorprender nuestro paladar.

Al fin y al cabo de eso se supone que va esto, ¿no? De disfrutar comiendo, lo de siempre y lo nuevo. Que ni toda la comida italiana son macarrones bolognesa ni en España hacemos solo paella.

La receta que os traigo hoy, no obstante, era éxito seguro basándome en mi propia experiencia: Pan. Pesto. Pan con Pesto. Pan de Pesto.

¿Se os ocurre algo mejor?


Pan de Pesto

- 465g Harina de Fuerza
- 260ml Agua Templada
- 1/2 Cdta. Sal
- 25g Levadura Fresca
- 30ml Aceite de Oliva


- En un bol grande ponemos la harina mezclada con la sal. En el medio incorporamos el agua templada con la levadura disuelta y por último el aceite de oliva.


- Cuando tengamos todos los ingredientes mezclados, lo volcamos sobre la encimera enharinada y amasamos durante veinte minutos hasta que la masa esté elástica.


- Dejaremos reposar en un sitio templado, tapado, hasta que doble el volumen; yo lo dejé un par de horas.


- Mientras tanto hacemos el pesto como os conté aquí.

- Una vez haya doblado el volumen dejaremos salir el aire de la masa y la extenderemos sobre una superficie enharinada con ayuda de un rodillo.


- Extendemos el pesto por encima y lo enrollamos como un brazo gitano.


- Es el momento de darle la forma: echadle imaginación. Yo lo corté a la larga con unas tijeras y he entrelazado las dos partes.


- Lo dejamos reposar una media hora sobre un papel de horno mientras precalentamos el horno.


- Horneamos a 200º durante 25 minutos o hasta que se dore.

¡Y ya tenemos listo nuestro delicioso pan de pesto!


Que me perdonen mis profesores de pastelería y panadería pues no sé si es exactamente un pan en el sentido ortodoxo de la palabra pero está buenísimo.


Es ideal para tomarlo tal cual, para dipear, para acompañar...


Y sobre todo para gozar del propio pesto.


Espero que os animéis a hacerlo en casa y me contéis qué tal.


¡Nos vemos muy pronto!

¡Besos dulces!

Boira

jueves, 9 de marzo de 2017

Monkey Bread


En la última entrada os hablé de la importancia de tomar decisiones en la vida, de decidir si nos conformamos con lo que tenemos o queremos cambiarlo.

Un amigo muy querido me escribió un mail al respecto, preocupado, preguntándome qué me pasaba, dándome su visión de saltar o no, reflexionando sobre que de lo único que se arrepiente es de las cosas que no ha hecho, sobre los miedos que implican saltar, sobre las consecuencias y los parapetos de seguridad con que contamos para amortiguar las posibles caídas.

Guíate por tu instinto” me dijo.

Muchas veces, las cosas que os cuento aquí son más bien reflexiones que me pasan por la cabeza; no quisiera preocupar a nadie, sino más bien haceros reflexionar a vosotros también unos minutos, los que tardáis en leer el post, y que saquéis vuestras propias conclusiones al respecto.

Cuando empecé a hacer la receta que os traigo hoy no pintaba demasiado bien. El momento de incorporar la mantequilla fue crítico; pensé que acabaría todo en la basura y me faltó bien poco para tirar la toalla.

Pero continué; tenía ganas de ver el resultado final aunque ya os digo que no me convencía mucho según la iba elaborando.

Al acabar, emplaté y la verdad es que en apariencia no era demasiado agraciado…

Le di una vuelta y decidí enchufar la fondue para darle un toque distinto; podría ser el postre perfecto para una reunión de amigos: marsmallows, fruta y estas pequeñas porciones de bizcocho.

El chocolate se quemó. Puse la fondue demasiado fuerte… Que vosotros diréis qué más da, si en las fotos no se aprecia... pero yo juego limpio y os lo cuento, tanto lo bueno como lo malo.

Aun así, no desistí y continué con la sesión de fotos. Cuando arranqué la primera bolita, le hice sus fotos correspondientes y le pegué un mordisco para ver el interior…..

¡MADRE MÍA DE MI VIDA!

Había seguido mi instinto y ¡qué acierto, oiga!

Están buenísimas, esponjosas, blanditas por dentro y doradas por fuera, con el azúcar caramelizado y la canela… ¡Es para morir de amor!

Espero que os guste y os animéis a preparar este postre que ya os digo es ideal para devorar pellizco a pellizco, para compartir con los amigos, para mojar en chocolate o para tomar a palo seco, ¡qué delicia!  


Monkey Bread (10 pax)

- 420 g Harina de Fuerza
- 250 ml Leche Entera
- 5 g Levadura Seca
- 45 g Azúcar Blanca
- 1/2 Cdta. Sal
- 75 g Mantequilla a temperatura ambiente
- 100 g Mantequilla derretida
- 300 g Azúcar Blanca
- 3 Cdas. Canela en polvo


- En un bol grande mezclamos la harina con la leche, la levadura, el azúcar y la sal.
 

- Dejamos reposar unos minutos y vamos añadiendo la mantequilla a temperatura ambiente poco a poco. Parece imposible que la masa incorpore toda, pero al final se consigue, no desesperéis porque sea extremadamente pegajosa.
 

- Pasados unos minutos lo volvemos a dejar reposar y repetimos el amasado durante un par de minutos con reposos entre medias. Yo lo hice tres veces y la textura de la masa cambia totalmente entre unos y otros.
 

- Cuando la masa esté fina y elástica, hacemos una bola y la dejamos en un bol engrasado y tapado hasta que doble el volumen. A mi me tardó, de hecho la dejé un par de horas.

- Pasado ese tiempo, trabajamos un poco la masa para que el aire salga. La extendemos con un rodillo en una superficie enharinada.
 

- Con ayuda de un cortapizzas cortamos la masa haciendo tiras y a su vez las cortamos en porciones pequeñas.

- Por otro lado, derretimos los 100 g de Mantequilla en el microondas y mezclamos en un bol los 300 g de Azúcar con la Canela.

- Hacemos bolitas con las porciones de masa, como si fuesen albóndigas. A mi me quedaron muy grandes pero las podéis hacer más pequeñas. Las pasamos por la mantequilla y las rebozamos en la mezcla de azúcar y canela.

- Pondremos las bolitas en un molde engrasado. Yo eché por encima la mezcla de mantequilla, azúcar y canela que me sobró. Una vez acabemos con toda la masa, lo tapamos y dejamos que doblen su volumen.
 

- Con el horno precalentado, horneamos 35 minutos a 180º.

- Al sacarlo del horno, dejamos enfriar completamente antes de desmoldarlo.

Y ya tenemos listo este delicioso postre o merienda.
 
 
¡Pellizcos blanditos con sabor a torrija!
 

Podéis como os decía bañarlos en chocolate derretido o tomarlos así, que están buenísimos.
 

Espero que os haya gustado y os animéis a prepararlo en casa.
 

¡Nos vemos pronto con novedades!
 

¡Besos dulces!

Boira

PD: si queréis ponerme voz, podéis ver algunos de los vídeos que han colgado en el canal de Youtube de Idental en los que os brindo algunos consejos sobre higiene bucodental...
 
https://www.youtube.com/watch?v=j1WZHCcwDmc